viernes, 3 de julio de 2015

UN RATITO CON EL SEÑOR

La paternidad de Dios

Cuando la gente se pregunta dónde está Dios en aquellos que pasan hambre, mueren victimas de los desastres, soportan injusticias… lo único que hay que responderles es que Dios sufre con ellos. A pesar de que la lógica humana se rebela ante el supuesto silencio de Dios, si hay alguien que va en “volandas”, somos tú y yo. Él padece si tú sufres, Él llora si tú estas triste… Cuando experimentas en tu vida cuánto te quiere Dios, entonces puedes mostrar a los demás ese rostro amable de un Padre que te abraza en todo momento… ¡siempre!
¿Cómo convencer a todos que en cada sufrimiento humano hay una caricia de Dios? Sólo en la “gimnasia” espiritual del día a día, esa pequeña renuncia, ese sonreír ante una contradicción, esa amabilidad ante un desagradecimiento… seremos capaces de descubrir el verdadero rostro de Cristo cuando, humillado y cargado con la cruz, se vuelve a nosotros, como a esas mujeres del via crucis, para darnos consuelo. Es la ternura que recibimos de Dios cuando humanamente parece que todo son reproches. ¿No ves que Jesús te está uniendo a su misma vida corredentora, en esa cruz tuya, que es de la misma madera en la que Él murió?
Lo nuestro no es pedalear en el aire engaños de nuestra imaginación. Nosotros, en esa conciencia de ser hijos de Dios, alcanzamos la realidad de las cosas en la alegría de la cruz. Esta es la mayor manifestación de la paternidad divina: identificarnos con los mismos sentimientos de Cristo Jesús, Hijo de Dios, hermano nuestro.

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