martes, 14 de abril de 2015

UN RATITO CON EL SEÑOR

Gustar del silencio

Un pez fuera del agua se mueve y se agita con virulencia y, sin embargo, se está ahogando por falta de oxígeno. El activismo nos proporciona una ficticia impresión de seguridad y de eficacia que, muchas veces, termina mezclándose con buenas dosis de engreimiento propio y de vanidad. Elías, en el monte Horeb, sólo contempló al Señor al paso de la brisa tenue y suave, porque en el viento huracanado, en el fuego, en el temblor de la tierra, no estaba el Señor. Jesucristo hablaba con el Padre en el silencio de muchas noches de oración. Los grandes acontecimientos de la Historia de la salvación suelen realizarse en el silencio y escondimiento.
Gustar el silencio es gustar de Dios. Hacer silencio en el alma es hacer presente en ella a Dios. Porque el lenguaje de Dios es sonoro sólo en el silencio. Es amor callado. Es misericordia silente. Es omnipotencia silenciosa. Es Dios imperceptible. Mira si en medio de tu activismo logras conservar el tesoro del silencio en tu alma y escuchar allí los toques silenciosos del amor de Dios. Cuántas prisas, agobios, tensiones, trabajos, incertidumbres o problemas, dejarían de ser tales si lográramos vivir cada jornada con el eco de un silencio lleno de Dios dentro del alma. Alimenta cada día ese gusto por el silencio cuidando fielmente tu tiempo de oración. Busca tiempos largos y pausados para hacer silencio dentro de ti y dejar que hable allí el Espíritu Santo. Porque el silencio es la voz del Espíritu. Y no dejes que las mil tareas del día a día te distraigan y ahoguen en ti ese esfuerzo, imperceptible a los ojos de muchos, por custodiar en tu interior la presencia silenciosa de Dios.

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