martes, 23 de junio de 2015

UN RATITO CON EL SEÑOR

Corazón apostólico de Cristo, ruega por nosotros

“Que el mundo conozca que Tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí” (Jn17,23). El Padre nos entregó para siempre a Cristo, su verdadero Apóstol. Como una madre lleva a su criatura, como un padre cuida de su hijo, así nos lleva y nos cuida Dios, hasta que los suyos, nosotros, conozcamos que el Padre nos ama como ama a su Hijo unigénito. Si no me importan las almas es que no me importa mi Dios. Si no vivo mi apostolado como algo que debe atravesar en profundidad cada minuto de mi jornada y de mi actividad es que todavía no he empezado a latir al unísono con el corazón apostólico de Cristo. Corazón entregado hasta el extremo a los hombres, a todos sin excepción, a cada uno de manera personal, a mí. Mientras no me duela el mundo sin Dios, mientras siga posponiendo mi entrega apostólica a mis múltiples y legítimas excusas, mientras siga optando por un cristianismo ramplón, mediocre y conformista, las almas seguirán esperando que alguien, tú y yo, les acerque a Dios, y Dios seguirá esperando que alguien, tú y yo, correspondamos a su gracia y extendamos a todos la eficacia salvadora de la Cruz de Cristo.
No nace el apostolado donde no hay mucha vida interior y mucha contemplación de Aquel a quien tenemos que anunciar. Corazón apostólico de Cristo, que no escatimas esfuerzo  por acercarte a mi vida y entrar en mi alma, que te das sin medida a cuantos te buscan y se te acercan. Me envías en tu nombre, como Tú fuiste enviado en nombre del Padre, para que todos los hombres entren por caminos de salvación. En tu Corazón entregado aprendo yo a llevar, en el seno de mi oración, la vida de aquellos que Tú me has confiado. Por ellos, por Ti, he de saber entregar mi vida, sin esperar a que otros hagan lo que a mí se me pide.

No hay comentarios:

Publicar un comentario