jueves, 25 de junio de 2015

UN RATITO CON EL SEÑOR

Corazón martirial de Cristo, ruega por nosotros

“Tengo por cierto que los padecimientos de esta vida presente no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros” (Rm 8,18). Se habla poco de martirio y, sin embargo, el día a día de nuestra vida está cuajado de oportunidades pequeñas y escondidas en las que poder entregar la propia vida para dar testimonio de Dios. Mi bautismo me impele a ser testigo de Cristo con el testimonio constante y discreto, a veces oscuro y desapercibido, de mi vida martirial cotidiana. Corazón martirial de Cristo, que en cada segundo de tu existencia, en cada gesto, en cada palabra, en cada actitud, fuiste entregando tu vida como testigo predilecto del Padre, y llevaste esa ofrenda hasta el culmen de la Cruz. ¿Cómo puedo contemplar la Cruz y, a la vez, conformarme con un Evangelio fácil y amorfo, libre de trabajos, dolores y dificultades? ¿Cuándo aprenderé a amar la Cruz y vivir en ella esa dimensión martirial tan propia y definitoria de mi fe?
Hasta que no aprenda a morir a mí mismo, a mis faltas y pecados, no comprenderé la Cruz, ni el martirio. Has de saber dar tu vida por Dios, en cada instante de tu jornada, en las incontables ocasiones que te salen al paso. No sueñes con una entrega martirial, que quizá nunca vendrá, cuando no estás dispuesto a dar ese poco de tí mismo, que te pide Dios en lo pequeño. Hay muchas formas y ocasiones de dar nuestra vida por Dios, pero siempre has de buscar sólo su gloria, si quieres que esa entrega sea fecunda. El primer mártir del Padre fue Cristo, que aprendió a dar su vida recibiéndola de su Madre María. No quieras ir tú por caminos diferentes de los que enseña el Evangelio y, ya que algún día la vida te será arrebatada, entrégala ya desde ahora en manos de Aquel que es su único dueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario