miércoles, 11 de marzo de 2015

UN RATITO CON EL SEÑOR

La verdadera alegría

¿Podemos imaginarnos a Cristo triste? Claro que no. Si hasta los niños deseaban estar junto a Él, es evidente que tendría un atractivo humano fuera de lo común. Su alegría sería sana, contagiosa e invitaría a tomar decisiones que llenarían los corazones de un entusiasmo más allá de cualquier consuelo humano.
La alegría, cuando viene de Dios, busca darse con generosidad para que otros participen de ese mismo gozo. No se trata de la alegría fácil, de ese buscar una distracción que nos haga olvidar lo mal que lo pasamos. ¡No!, se trata de aceptar y abrazar todo tipo de adversidades con que nos “regala” el día a día, y transformarlos en donación para Dios. Es un ofrecimiento permanente de lo que somos, tenemos y nos pasa, con la seguridad de que Cristo las ha llevado antes que nosotros. Las ha redimido para que tú y yo se las devolvamos en verdadero amor. No es un amor para salir del paso, sino la verdadera caridad cristiana que nos hace reconocer hasta qué punto Dios ha dado la vida por ti y por mi.
La alegría para el cristiano no tiene que ver nada con la satisfacción del que se encuentra a gusto sin más. Es la certeza de sentirse querido… un amor que ninguna criatura humana es capaz de darnos, si no es en el amor de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario