martes, 17 de febrero de 2015

UN RATITO CON EL SEÑOR

Miércoles de ceniza. Recuerda que eres polvo

En el Génesis, el barro con que Yahvé modeló al primer Adán es imagen que habla de nuestra condición creatural, material, finita y limitada. El barro, por ser materia, no puede darse la vida a sí mismo sino que la recibe de Dios. Y, así como tenemos un origen, tendremos también un final, pues no hay nada material que pueda, por sí mismo, ser eterno en el tiempo. Pero el barro del primer hombre del Génesis recibió con el soplo de Dios ese algo de divino que nos asemeja a nuestro Creador.
La liturgia del miércoles de ceniza, al inicio de la Cuaresma, nos recuerda que, además de ser barro a imagen de Dios, somos también barro de pecado. Aquel polvo con que Yahvé modeló al Adán del principio fue tomado de una tierra virgen y era sólo polvo de gracia, pues no había en el hombre pecado original.
Tú y yo somos ahora polvo de gracia y de pecado, pero llamados a ser polvo de gloria. La cuaresma nos recuerda aquel principio del hombre creado en gracia y, al mismo tiempo, nos recuerda también ese final de nuestro tiempo y de la historia, en el que nuestra carne resucitará para siempre transformada en barro de gloria. Mientras tanto, caminamos entre las luces y sombras de un corazón que se debate continuamente entre dos fuerzas desiguales: la gracia y el pecado.
Recuerda que fuiste hecho con la fragilidad de un barro y polvo que el Señor sacó de la nada, pero con la capacidad de albergar en ti la infinitud del amor de Dios. No dejarás de ser barro y polvo traspasado de gracia y de pecado, aunque el mundo te diga otra cosa. Toda tu grandeza está es saberte continuamente modelado por ese amor de Dios que traspasa cada uno de los minutos de tu existencia.

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